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lunes, 1 de septiembre de 2008

ELEODORO OLIVERA CORTES

Cien años de amor

Homeneje al Dr. Eleodoro Olivera Cortes


El amor no es un valor de abstracción. No es un tema filosófico, ni se debe ni se puede teorizar sobre él.

Nada más estéril que la palabra e infecundo que la promesa verbal cuando se trata de él.
Es un axioma sentimental nutrido de emociones puras y crudas y animado de un afecto expresivo y de un afán de placer y satisfacción exigentes y total. Tiene su base en el alma, pero es el los sentidos donde aquella belleza interior florece, resplandece y crea el placer y la felicidad. Vive tanto de la inspiración del alma como de la emoción sensorial. La satisfacción es su sublimación aunque no todo su fin. El amor es como un kaleidoscopio a través del cual el mundo se nos ofrece maravilloso. Estas mismas frases están bañadas no se de que raras fragancias, que fluye al imaginar el rostro paterno y la imaginación me envuelve en un torbellino.

No se como expresar todo lo que el recuerdo sugiere y provoca la memoria de mi padre Doctor Eleodoro Olivera Cortés. Mi léxico y dicción de suyo parvos se entumecen y ofuscan. Los bocetos cuando no se esfuman resultan estrechos y los tintes cuando no manchas empalidecen, se desmayan los tonos y los vocablos disuenan. El ritmo y el acento fugan despavoridos; las frases chirrían como vigas de un edificio que se derrumba. Dónde encontrar el estilo florido y conciso?, la oración silente , el verbo fúlgido, el giro incisivo, la locución mórbida o la expresión sutil e incorpórea?. Mieles y pensamientos divinos deberían ser recogidos en copas griegas y nectarios árabes, cincelados por genios hechizados y en topacios de la Reina Saba o con el oro embrujado del templo de Milita. Y cuando se hubieran agotado todos los recursos de la literatura y apurado la riqueza y la pedrería de todos los tesoros debería abrirse un crédito a la elocuencia y erigirse monumentos que guarden el portento y la gloriosa perenclitud de las ideas y de la belleza, del amor y de la felicidad triunfantes para ejemplo y lección de la posteridad y como testimonio irrefutable del sentimiento y de la admiración. Qué otra cosa significarían los templos de Chefren de la IV dinastía faraónica, el de Chichen Itza del Imperio Maya, el templo de Chavin de Huantar, de Cotosh, del Señor de Sipán, el Castillo de Pashash en Cabana, de Clarin-Irca en Corongo, las Ciudadelas de Cuélap y Machu-Picchu en Perú, el espíritu se satisface y mitiga su ansiedad en la expresión que dan los espacios infinitos y la magia sublime y musical que ofrece la arquitectura.

Pero tamaña empresa cuando no amilana coibe por su magnitud. Y las escasas fuerzas que sobran están hebetadas o anonadadas, postergadas en la contemplación, cegadas por el deslumbramiento que irradian. Y un ánimo rendido por la pasión no tiene poder para reaccionar y mucho menos para exigir que mis mal cultivadas facultades y menguados dotes den frutos óptimos y magistrales para hablar de mi padre don Eleodoro Olivera Cortés. Habré púes de resignarme a lo parco y limitado de mis alcances, procurando solo a falta de ornamento y lujo, vestir mis ideas y sentimientos, con ropajes limpios y sencillos enjugados en vertientes campesinas y secado sobre rosales y amapolas silvestres. De otro lado el ropaje del amor como el de la verdad es la naturalidad y sencillez. Cuanto más se aleje el rebuscamiento mayor aflorará el candor y la gracia se den plácidos como el rubor de vírgenes aldeanas que ignoran el lustre que les hace adorables.

Apartemos toda afectación o vana elegancia que muchas veces no sirve sino para anublar el brillo de las ideas y el esplendor de la belleza, no se diga que el ropaje rico y aderezo de valiosa pedrería oculta la oquedad del alma y la mezquindad del corazón. Las galas literarias muy convincentes en las Justas oratorias o torneos académicos si bien comprometen al amor, antes bien y, muchas veces el lenguaje florido distrae la mente y deja en ayuno el corazón.

Han querido mis honorables amigos y familiares que sea yo el que ofrezca este homenaje y diga el aprecio en que cada uno de nosotros hay guardado para honrar la memoria del ilustre benemérito Doctor Olivera Cortés.

Estamos congregados en este acto, en esta casa, en este templo y en el hogar de la buena amistad, rememorando al maestro, al jurista, al amigo con el calor de nuestros afectos y el fulgor de nuestra admiración.

Este ambiente de cordialidad y aquel magistrado de la sinceridad me excusa de toda diplomacia y protocolo y solo oficia en estos momentos el rito llano de una ceremonia familiar y la formula sencilla de la expresión fraternal.

De alguna manera más sobresaliente habríamos podido celebrar este homenaje si se tratara solamente de tributar un aplauso a los méritos excepcionales del Dr. Olivera Cortés. Pero nunca habríamos logrado de otra manera que en la de ésta ocasion de expresar nuestro afecto al profesional, padre ejemplar, esposo, amigo dilecto y abanderado de la justicia y al hombre de fino tacto social. Por eso, en esta efeméride atentos a las más viejas liturgias cristianas cantemos nuestros salmos y partamos nuestro pan porque ansiamos que Eleodoro Olivera Cortés participe en el más allá, no solamente de nuestro orgullo sino también del aroma de nuestro recuerdo.

Esta fiesta es la ovación a un hombre y a una idea. A un hombre que en medio de la complejidad de la justicia social y cultural supo vivir con la belleza y sencillez de los hombres sabios y prudentes.

Sin duda en las páginas de José Ingenieros y Ernesto Hello, de Federico Nieztche y la Rochefocaul ha visto Eleodoro Olivera la semblanza de su personalidad y sin saberlo, ignorándolo quizá, gustó la sencillez y la gravedad moral, el don pulcro y la noble solicitud de los personajes que pasan su augusta y humilde hombría en el mundo. En la antigüedad Praxiteles representó a su Venus absolutamente desnuda pero eternamente virtuosa y casta: no fueron menos sensibles Jesús y homero, Shekespeare y Rafael.

Gentil, sin afectación; sereno en la dificultad; más profundo que brillante; mas firmeza en la idea que colorido en la forma; más sustancia que sonoridad en el pensamiento; con más entusiasmo que cálculo Olivera Cortés excavaba los surcos de la idea, levantaba la cerviz , tendido el brazo desnudo y firme tras las huellas del progreso y el esfuerzo de la justicia.

Este homenaje es también la ovación a una idea: el culto a un magistrado probo. Enciende él en la mente antorchas refulgentes, ensancha en el corazón afectos inefables. Sus palabras eran el ave halada que hiende espacios y descorre velos al infinito. Tiene la frente de Minerva, la cabellera de Apollo y el brazo de Protéo. Penetra en el enigma, da paletadas policromas en el paisaje y esculpe querubines.

Cuando la vida de un hombre ha logrado moldear sus principios y forjar sus ideales, cuando ha alcanzado concebir sus fines propios y embellecerlos con una ética individual substrayéndolo de la promiscuidad y tiene un eje de referencia y una órbita vital, ese hombre tiene personalidad y se evidencia su dignidad cuando actúa en la vida como actuó Eleodoro Olivera Cortés, con arreglo a sus normas, consecuente con su credo religioso, con su ética social y con su orientación filosófica jurídica.

Obra de amor es el apostolado del jurista y maestro Dr. Olivera Cortés. Obra de creación que le identifica a Dios y lo eleva por encima de los padres. Amor y creación cuyas fuerzas secretas tienen la virtud esencial de transformar al amante en la persona que ama, al creador en el ser que crea, de identificar los ideales y los ensueños con el objeto de la pasión y de plasmar la belleza concebida con la encarnación del ser idolatrado y con el resplandor de la ilusión perseguida. El amor convierte la conciencia vulgar en una personalidad creadora y esta conversión es tanto más eficaz cuanto es más pertinaz la idea y más sentida la emoción. Conjunción de fuerzas que subliman al maestro y lo impelen a no vivir otra vida que la de sus alumnos e impregnarse de sus modalidades y armonías y lograr en un rato de misticismo la figura buscada del discípulo, futura proyección de su cerebro y corazón, de sus ideales y sentimientos.

Pero quién es amante apóstol? Desde muy antiguo los términos abundan y lo enuncian. Los griegos a toda obra o concepción grandiosa llamaron magistral y a sus artífices maestros. Aparecieron las ideas directrices y surgió el precepto básico, emergiendo entonces el preceptor. Las ideas y los credos erigieron escuelas y los hombres profesaron una doctrina y apareció el profesor. Las doctrinas se ilustraron y se sustentaron en los foros o en las cátedras y advino el catedrático.

Los Helenos armoniosos y divinos, maestros de la cultura, junto a la noble elegancia del pensamiento nos enseñaron el ritmo bello de la forma y forjaron hombres como dioses. Sócrates y Pericles sintetizaron su época. Los romanos supremamente distinguidos concibieron un tipo de hombre cuyo símbolo más fiel está en la Loba del Capitolio y las testas de Cicerón y Julio César. Los europeos occidentales in surgieron reaccionarios y liberales e hicieron aflorar los temas pedagógicos y jurídicos dando a relucir a Concorcet y ofreciendo un Nuevo tipo de revalidación entre Kant y Napoleón sus más conspicuos exponentes. América se quedó a la deriva, aparecieron reformadores como Sarmiento y hombres libérrimos como Bolívar y san Martín.

Pero en Europa como en América el tipo de hombre se amputó y mistificó dando paso a la tecnocracia y a la especialidad. La postergación del ideal y la promiscuidad de los problemas de la vida dieron al mundo etapas anodinas contra cuya inercia la humanidad reacciona en una inquietud de hacer primar la profesión de hombre y la profesión de técnico. En este empeño pedagógico, en esta ansiedad de un ideal y de un maestro el Magisterio obtuvo carta de ciudadanía regular y aparecieron los maestros, pero con ellos los simuladores apurados en ofrecer un tipo de hombre a la humanidad y un contenido a la cultura. En este estado sintomático en el que los fariseos disputan a los maestros la palestra. El ojo avizor no los confunde. El maestro tiene un ideal que servir y el simulador una empresa que explotar. El maestro se guía por las corazonadas de su pecho y las aletadas de su frente, el simulador por el interés. El uno persigue la perfección, el otro el rendimiento. Tipos del primero son aquellos hombres del Perú que en las estribaciones de los Andes, desnudos y macilentos apalean el alfabeto diariamente y cantan el Himno Nacional. Tipos del simulador están en algunos bancos dorados en las escuelas oficiales y los sillones aterciopelados de algunos liceos particulares, los unos afanados por cobrar la paga suculenta o en colocar algunos millares de sus libros y los otros en arbitrarse algunos centenarios de prosélitos que explotar.

Los maestros sienten, los simuladores calculan, aquellos tienen inquietudes; estos codicia. Los primeros sobrellevan sus fatigas por devoción los otros por especulación. Los simuladores podrán con algún éxito almacenar conocimientos en el niño pero jamás educarlos, porque para lo primero basta la mano anónima, para lo ultimo es menester sentimiento y personalidad. Los simuladores pueden tener ilustración y no pocas luces en la mente, los maestros como Olivera Cortés tuvieron algo más: emoción y sentimiento. Las luces se nublan en la tormenta pero los sentimientos perviven con el ultimo suspiro. Los maestros son apasionados y soñadores, aman a todos y viven por un pueblo entero; los simuladores son mezquinos, quieren solo a sus cofrades y no viven sino para su rebaño.

El maestro nace en cierta hora de grandeza y en cierto clima de libertad. Jamás se improvisa. Puede inaudito revelarse en el frente de la lucha o en el banco de la brega cuotidiana. Cuando nace un maestro con él adviene una estela, su corazón es el norte de sus actos y su cerebro ilumina horizontes y abre senderos en el infinito. En cambio el simulador nace también en un clima propicio en la hora y el tiempo preciso, en que la virtud de la sociedad se relaja y las facultades del maestro se embotan o anquilosan.

El fracaso del maestro es el éxito del rutinario, la proporción de éste está en la magnitud de aquél; es la única y sincera felicidad que les anima y que les da fuerza para vivir. Sin la desgracia del genio languidecerían irremediablemente. A cada tanteo inútil del maestro el empírico cobra alientos de titán y su envanecimiento toca contornos apoteósicos que celebra con inusitado júbilo infantil. Ignorando el valor de un principio jamás le sirven o guardan devoción, lo explotan hasta el agotamiento y como aquellos cínicos taladores de bosques; que no conociendo el afán de plantar ponen fuego a los despojos para solazarse con el macabro incendio.. Nunca son constantes ni conocen los atributos de la lealtad. Cuando adviene alguna formula novedosa y boga en la moda de los términos del terruño están listos a enrolarse a lo que estiman el ultimo grito de la civilización abandonando los cánones que ayer nomás repuntaban la última palabra del progreso. Si alguien en sus filas osa rebelarse del mancornamiento lo denuncian como a disociador y si cae vencido en la jornada el oprobio de la afrenta le añade el estigma de cobarde.

Eleodoro Olivera Cortés nace en el pueblo de Corongo el 27 de enero de 1903; hijo de don Ezequiel Olivera Bernuí y de doña Etelvina Cortés Encinas. Cursa estudios primarios a cargo del profesor Cirilo Vásquez y viaja a la ciudad de Huaraz al Seminario de San Francisco de Sales, donde empieza a destacar como alumno predilecto obteniendo diploma y medalla de oro del platel por su Aprovechamiento y Buena Conducta bajo el tutelaje y rectorado del Excelentísimo Monseñor Mauro Vega Guerrero.

Ya en Lima, capital de la republica del Perú es acogido por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, decana de América a seguir estudios de jurisprudencia y derecho, igualmente lo hace en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Al terminar la carrera de abogado, fue al servicio diplomático como Secretario de Relaciones Exteriores y profesor de Derecho Procesal Civil en la misma Universidad a cargo del Dr. Alberto Freund Rossel, Ministro de Justicia de aquella época.

Abogado del Estudio Freund Rossell, donde se tenia en cartera a las Empresas Eléctricas As., la Duncan Fox, La Nuget, entre otras juntamente con el Dr. Wenseslao Rossel de Cárdenas con el que posteriormente formaron un estudio de consultora Jurídica. Luego contrae nupcias con doña María Julia Oré Lara, teniendo como descendencia dos hijos varones.

Su carrera judicial la inicia como Juez de Primera Instancia de la ciudad de Yungay, donde es también docente del Colegio Santa Inés, dictando los cursos de literatura e historia. Es posteriormente nombrado Juez titular de la provincial de Pallasca, quedándose 8 años en el cargo desde 1941 hasta 1950, tomándole mucha providencia. Luego en la ciudad de Huaraz, capital del Departamento de Ancash es nombrado Juez Instructor. Seguidamente ocupa el cargo de Vocal de la Ilustrísima Corte de Ancash, con los magistrados Javier Alzamora Valdez, Julio Rosas Barrón, Leoncio Valderrama, Raúl Valenzuela, Juan La Rosa Sánchez, Dr. Pino Carpio, Morán Alba, Ernesto Maldonado y Lorgio Vega Gamarra. Pues es nominado como su Presidente por dos períodos consecutivos, donde publica sus Memorias y su obra ”Por la Celeridad Judicial”, obra que serviría para dar origen al Decreto Ley de Celeridad Judicial No. 21773.

Se retira del Poder Judicial el año de 1961. Viaja nuevamente a Lima y se hace miembro del Colegio de Abogados en el cual integra la Directiva muchas veces y es miembro de no pocas comisiones consultivas. Una de las más importantes talvez: la Comisión de Vivienda, en la que es pionero de la llamada “Casa del Abogado” y se funda la Urbanización Fco. García Calderón, en Elio, división del Callao.

Posteriormente integra comisiones en el Palacio de Gobierno y Justicia, sobre reformas carcelarias y es miembro así mismo de las siguientes:

n Federación de Abogados del Perú (asiste a numerosos Congresos Internacionales y locales) .

n Asociación de Egresados de la Universidad Nacional mayor de San Marcos.

n Miembro y Presidente de la Comisión Reformadora del Código de Procedimientos Civiles del Perú, como también de las Comisiones de Reforma del Código Civil y Penal, reemplazando al Dr. José León Barandearan Pagador, conjuntamente con los juristas doctores Mario Alzamora Valdez, Germán Aparicio Valdez, José Quiñe Arista, Darío Herrera Paulsen, Mario Perla Velaochaga, César Fernández Cesarego y Dr. D’angelo.

n Miembro oficial de la Academia de la Magistratura.

n Miembro de la Reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

n Miembro de la Comisión Nacional de Justicia.

n Asesor jurídico de la Presidencia de la República en el Gob. De don Fernando Belaunde Terry ( 1963).

n Alcalde A.I. y Regidor de la Ciudad de Magdalena del Mar en 1972, en el régimen del General Juan Velasco Alvarado.

n Fallece en pleno ejercicio de accesoria jurídica el 3 de diciembre de 1996, dejando singulares discípulos, sin lugar a dudas como los doctores: Elvira Vázquez Cortés, Alberto Yabar Ruibal, Américo Lozano Ponciano, Rosa Maria Garay Olivera, Dante Augusto Oré Blas, Milagros C. Olivera Mallqui y Salvador Peceros Perez entre otros.

Feliz aquél hombre que puede desahogar sus tormentos con el llanto. Cuantos traumatismos o deformaciones interiores se evitarían si todos pudieran vaciar en sus lágrimas la amargura o el pesar que los corroe. Una tempestad en el mundo sidéreo del alma cuantos estragos ocasionarían si una lágrima no la condensara en rocío apacible. Las lágrimas se cuajan como perlas y toman su perfume de aquella flor del amor llamada la melancolía. Entonces una lágrima se hace bella y tiene el encanto de lo inefable y lo sublime del consuelo. Quien no ha llorado no conoce la elocuencia del amor ni la dulzura del consuelo. El amor como todo lo noble y grande tiene que alimentarse del dolor y extraer de él su tenacidad y firmeza, su lenguaje y su música. El llanto es el verbo del amor y la música su expresión rítmica. Sin ellos no puede haber un grande amor o todo amor noble está destinado a descender a la vulgaridad y perderse en la promiscuidad anónima.

Cuando las lágrimas no vienen a orear el rostro febricitante, un llanto interno se desencadena haciendo gemir el alma como a un mártir y bullir al corazón como a un caldero. Sucede entonces lo horrible, el dolor y la amargura se exacerban, hincan, desgarran, corroen y se convulsionan en el silencio sin que una mano piadosa llegue a enjugar aquel llanto espiritual que ciega la vista y quema el rostro del alma. El llanto sin lágrimas es el más cruento, obra como un vendaval y arrasa inmisericorde como el fuego que arroja lavas o como el cierzo que congela. Pero como si todo esto no fuera sino un fecundizante o un fermento brota en el espíritu una flor de esperanza y aflora a la fisonomía el perfume del consuelo y la sonrisa del amor.

Una lágrima en los ojos de una mujer es una joya inapreciable y un tesoro poético que deslumbra y subyuga; en los de un hombre, es un título de nobleza y de hidalguía que convence.

En esta ceremonia, en esta semblanza al Dr. Eleodoro Olivera Cortés, de “Cien Años de Amor”, de cien años de recuerdos, lloremos su ausencia porque la fe de los amantes no tiene más pura fuente que el manantial de un llanto sincero.

Boston, Massachusetts

Julio Olivera Oré

4 comentarios:

Jorge Betancourt Pagaza dijo...

Me parece memorable recordar con afecto aL Dr. Olivera Cortez, conocí su afecto y rigor de padre de familia al ser amigo de sus hijos José y Julio,con quienes compartí mis pasados momentos,de infancia con José y adolescencia con Julio y José, posteriormente ambos me ayudaron en un álgido momento de mi vida "una operación de cirugía en la que casi pierdo la vida durante mi luna de miel en las divinas playas de Loja al sur del Perú", La decencia y trato social alturado del Dr. Padre ha sido transmitida a sus hijos, así nosotros los amigos de sus hijos recibiremos los frutos.
Saludos a los nuestros comunes amigos.
Gracias.
Coco Betancourt

Jorge Betancourt Pagaza dijo...

Gracias Ogrito

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...

Yo conocí a Eleodoro Olivera Cortez, hermano de la tía Shpica, y el corto tiempo que lo traté me pareció un hombre de una serenidad y una benevolencia únicas.
Soy hija de Antenor Vázquez Vidal y hermana de Elcira Vásquez Cortez.
Siempre he buscado a los nietos de la tía Shpica pero nunca he podido contactarlos.
Mi nombre es Olimpia Vázquez García y actualmente vivo en España.
Tengo de la tía Shpica y del tío Eleodoro unos hermosos recuerdos. Que descansen en paz. Olimpia