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sábado, 24 de septiembre de 2016

Filomeno Melgarejo Malpica

ALCANZANDO IDEALES
Por  Francisco Mendez Melgarejo

Desde niño, Filomeno Melgarejo Malpica había mostrado que poseía buenas habilidades para las artes plásticas, había aprendido a moldear la arcilla y a dibujar con suma facilidad causando la admiración de sus profesores y amigos del entonces Colegio Municipal Santa Ines que funcionaba bajo la Dirección del Ing. Nestor Torres. Corría el año 1917, cuando el maestro Don Francisco Regis Tamayo visitó a los padres de Filomeno para hablarles sobre el innato talento artístico que poseía su hijo, aconsejándoles que lo dejaran marchar hacia la Capital de la República para que pueda aprender de los grandes maestros la técnica y el arte de la Escultura y la Pintura.

 Dos años más tarde, una madrugada de Diciembre de 1919,  Filomeno dejó Yungay, se dirigió -en compañía de su primo Elías- hacia el oeste por el antiguo camino de herradura que los llevaría primero a Matacoto, luego ascendieron hasta Chapapunta -lugar que es una de las partes mas altas del camino en la Cordillera Negra- desde donde Filomeno contempló largamente su “Yungay Querido” prometiendo: ¡algún día volveré pero solo habiendo triunfado!. Caminando hacia el oeste se dirigieron primero hacia Anchin, lugar donde su tío Angel -papá de Elías- tenia abundante ganado lechero y lanar, allí descansaron un día, se aprovisionaron con varios moldes de queso y decidieron retornar a la ruta que originalmente habían planeado recorrer: Bajarían a la costa por la ruta de Punap, que era más corta y segura, para luego  dirigirse al pequeño pueblo de Quillo. Al día siguiente muy temprano se dirigieron al puerto de Casma, lugar donde el primo Elías lo embarcó en un “vapor” con destino al puerto del Callao.
 Llegado a Lima, buscó el apoyo del paisano Ignacio Tamariz, quien, debido a su oficio de panadero, disponia de tiempo en las mañanas para orientar al joven estudiante. Pronto Filomeno descubrió que en el Perú los artistas se formaban en la Escuela de Bellas Artes, es así que buscó acercarse a profesores y estudiantes, empleándose como auxiliar en el taller del laureado escultor Artemio Ocaña Bejarano, el que le dió la oportunidad de practicar y mejorar sus elementales conocimientos de modelación en arcilla y mármol.

 En los años 20, el Perú era gobernado por el Dr. Augusto B. Leguia, de quien Filomeno decia era buen Presidente, a tal punto que le hizo un busto en arcilla casi perfecto por lo que el artista-empleador le dijo en son broma ¿ Porque no se lo obsequias al Presidente?. Filomeno cogió el guante y durante semanas buscó la forma de acercase al Presidente, pero tal acercamiento era casi imposible para un desconocido como el, en realidad, en Lima, nadie lo tomaba en cuenta para darle una cita.

 Hasta que un día se enteró por los periodicos que su “ídolo” volvería esa tarde de una gira por el sur de Lima y que pasaría caminando desde la plaza San Martín al Palacio de Gobierno. Filomeno pensó que ésta era la oportunidad para entregar el obsequio. Enseguida empaquetó el busto del Presidente, encaminándose luego al  Jirón de la Unión llegando hasta la puerta de la Iglesia de la Merced, lugar donde se puso a esperar pacientemente el paso del Sr. Presidente para entregarle el regalo. 

De pronto apareció el Dr. Leguia acompañado de tres ministros, altos funcionarios del régimen y su guardia de seguridad; y cuando estaba a menos de tres metros de distancia, Filomeno salió al encuentro del Presidente con su bulto por lo que fue inmediatamente detenido por la guardia de seguridad, tal vez porque pensaban que llevaba un artefacto explosivo u otra arma. Pero a los gritos de Filomeno: ¡ traigo un regalo para el Sr. Presidente!!, ¡ traigo un regalo para el Sr. Presidente!!,  este se volvió hacia el y ordenó que lo soltaran y que mostrara que contenía el paquete, siendo grande su sorpresa al comprobar que el joven le obsequiaba un hermoso busto que lo retrataba con mucha aproximación a pesar de que el nunca lo había visto en persona.

El Presidente, agradeció el gesto y le pregunto si era estudiante de la Escuela de “Bellas Artes”, a lo que Filomeno le contestó: ¡No, Sr. Presidente, pero me gustaría estudiar allí!, ante esta respuesta el Presidente ordenó a uno de sus Ministros que lo ayudaran porque era “un joven prometedor al que había que dar una oportunidad”.
 Filomeno permaneció en la Escuela de Bellas Artes entre el año 1921 y el año 1,925, donde aprendió la teoría y la práctica de las artes plásticas.
 Ya como profesional, mostró sus cualidades artísticas en muchos talleres del Perú y del Extranjero, diseñando y ejecutando sus obras en las que se enfrascaba por meses y aveces por años, mejorando cada día su técnica. Tal vez, debido a la temprana muerte de sus padres fue difiriendo año en año su retorno a la tierra que lo vio nacer, dando como pretexto que siempre “estaba muy ocupado”.

 Pero un día, a fines del año 1964, por iniciativa del Bibliotecario Eduardo “Godoy” Vergara Alva- quien había seguido sus pasos-, los funcionarios de la Beneficencia de Yungay, profesores Raúl Olivera y Luciano Vergara lo buscaron en compañía de paisanos en Lima y le hablaron de dejar un recuerdo para Yungay. Filomeno estaba entusiasmado seria motivo para regresar después de 45 años de ausencia, conversaron sobre muchas ideas, sin embargo el quería saber cual era el anhelo más grande del pueblo, a lo que Profesor Olivera le contestó: ¡concluir la edificación del cementerio de la ciudad!, entonces Filomeno solicitó le proporcione una copia de los planos del cementerio elaborados en el año 1,890 por el arquitecto Suizo Arnoldo Ruska. Después de estudiarlos, propuso hacer una modificación del plano en la cima del cementerio: En vez de construir la proyectada capilla de cuatro altares, dió forma a la sugerencia de Eduardo Vergara, desarrollando el diseño artistico de la escultura del Cristo Redentor con las manos extendidas con frente al Huascarán, que tendría 10 metros de altura, desde su base, de tal forma que pueda vérsele a gran distancia desde de los cuatro puntos cardinales.
El Concejo Provincial, recibió los nuevos planos de la cima del cementerio y el presupuesto de los materiales de construcción que ascendían a 90 mil 706 soles. Filomeno, manifestó que el trabajo demandaría 6 meses de labor, pero que el no pensaba cobrar ni un centavo por su obra. La propuesta se aprobó y en mayo del año 1965 se iniciaron las obras, aprovechando el término de la temporada de lluvias.

 Durante su permanencia en Yungay, Filomeno buscó a su familia y a sus amigos, pero daba la impresión que se los había tragado la tierra, parecería que 45 años de ausencia habían sido demasiados. Fué a la casa familiar del tío Angel, en la cuarta cuadra del Jr. Miguel Grau esta permanecia cerrada, fue a las chacras de Utcush encontrando solo a personas que daban informaciones imprecisas. Pasados ya varios meses, conversando con el Sr. Cesar Gómez- quien tambien vivia en la cuarta cuadra del Jr. Grau- éste le informó que muy cerca en el Jr. 9 de Diciembre, a 20 mts. del Municipio, vivía una descendiente familiar, hija de Jacinto Melgarejo (hermano mayor de Elías), a quien conocía como Valeriana “Wallicha” Melgarejo, inmediatamente Filomeno fue a ver a su desconocida sobrina, a quien interrogó largamente sobre la familia, a lo que ella informó que lamentablemente los miembros de la familia a quienes buscaba habían ya fallecido o emigrado, que su tio Elías aun vivía pero que para hacerse chequeos médicos, hacia seis meses que se había mudado a  Chimbote, lugar donde ya radicaban sus hijos Pedro y Paulino, pero que ese fin de semana llegaría a Yungay.
 El encuentro de los dos primos fue muy emotivo, abrazados lloraron por la alegría de verse después de tantos años. Lo primero que le dijo Elías fue :¡Doy gracias a Dios de volverte a ver, y que el te haya guiado para cumplir tu promesa de triunfar!, Filomeno le dijo que nunca se olvidó de la familia pero la temprana muerte de sus padres lo desapegó, pero dijo ¡ Ahora estoy aquí, para dejar un recuerdo imperecedero para nuestro pueblo: EL CRISTO DE YUNGAY!.La obra fué inaugurada el 16 de enero de 1,966, con la presencia de toda la comunidad Yungaina y del Callejón Huaylas, entregándose a Filomeno un Diploma de agradecimiento así como un simbólico premio pecuniario que le permitiera cubrir en parte el sueldo de su asistente.