Ernesto Sánchez Fajardo, ‘El Jilguero del Huascarán’, se fue de este mundo hace 20 años, pero su voz y presencia persisten. Hace unos días el Instituto Nacional de Cultura (INC) lo reconoció como Personalidad Meritoria de la Cultura Peruana y declaró su obra musical como Patrimonio Cultural de la Nación. Aquí recordamos al artista y su compromiso social. Por Raúl Mendoza
Ernesto Sánchez Fajardo, en efecto, se hizo estrella en los coliseos y de allí pasó a la radio y el disco para lograr el éxito masivo. Llegó a la capital con la ola de migrantes en los años 40 y se quedó para hacer oír su voz como cantante. Su hija, July Sánchez Fuentes, cuenta que hizo el camino desde su natal Bambas, Áncash, a Lima, en varios años. "Se fue de su casa a los siete años. Se quedaba trabajando en los pueblos. Fue peón en las haciendas y ayudante en un montón de sitios". Partió niño y llegó adolescente a la capital. Aquí trabajaba en los mercados y al final de la jornada cantaba huaynos de su tierra –o chuscadas– para engañar al corazón y a la nostalgia. Más tarde dejó los mercados para vender cancioneros que promocionaba interpretando él mismo las canciones. "El año 42 se vinculó con grupos folklóricos y ahí inició su carrera artística", dice su hija. Por entonces los coliseos eran lugares de reunión de gente provinciana y en ellos actuaban compañías artísticas de bailarines y cantantes. Él empezó como asistente de los consagrados y escaló uno a uno los peldaños de la fama: fue bailarín, hizo coros, cantó en grupo y llegó a solista. Esa historia de esfuerzo la comparten muchos artistas de la época. La compañía que lo acogió era dirigida por la soprano Luz Gálvez y fue ella quien lo bautizó el día del debut: Jilguero del Huascarán.
Conciencia social En la década del 50 El Jilguero del Huascarán llegó a la radio y al disco y, por fin, el éxito le mostró su mejor sonrisa. Por entonces los artistas andinos apenas arañaban la popularidad, pero el fenómeno crecía. A la par del Jilguero también empezaban a sonar de manera constante Jaime Guardia y la Lira Paucina, Pastorita Huaracina, Wara Wara, entre otros. El Jilguero del Huascarán fue el primer artista folklórico que grabó un long- play como solista y el primero en obtener un disco de oro en 1960 con el tema "Marujita", acaso su canción más recordada. Sus canciones hablaban de amor, de desengaño, de desarraigo, de despecho, pero también de injusticia y de protesta contra la opresión. "Él se diferenció de otros artistas porque muchos de sus temas tocaban lo social. Sus letras no tenían un nivel poético complejo, pero eran directas y cercanas a las aspiraciones de la población", explica su hija July. A contracorriente de artistas exitosos que dejan de lado su inquietud social, El Jilguero nunca hizo concesiones. Prueba de ello son muchas letras de canciones de la década del 60, cuando era más famoso que nunca. "Señores burgomaestres, cuidado con claudicar / tantas promesas leales, cuidado con olvidar / dejen las compadrerías, esa injusticia social / líbrennos de las miserias y de tanta indignidad" dice en "Señores alcaldes". Otra más: "Si revivieran Luis Pardo, el gran Alama y Atusparia / no habría tantos abusos con la clase proletaria / a las palabras del pobre nunca le dan las razones / aunque la razón les sobre, más pueden las opresiones". Letra de "Verdades que amargan".
Fueron los últimos años en que se subió a los escenarios. July, investigadora en la Escuela Nacional de Folklore José María Arguedas, hoy lo recuerda ataviado con su sombrero, el poncho oscuro y las botas altas, a la manera de Luis Pardo, el bandolero ancashino. Ella tiene preparado un libro sobre la vida de su padre que se llamará "El Canto de un Jilguero" y será publicado el próximo año. Ernesto Sánchez Fajardo, El Jilguero del Huascarán, murió en un accidente de tránsito en 1988, pero ese es un dato en su biografía. La resolución del INC que lo declara Personalidad Meritoria de la Cultura Peruana señala la esencia de su trayectoria: "contribuyó decisivamente a la vigencia, fomento y transmisión de la música tradicional popular de la Región Áncash". Este año hubiera cumplido 80 años. Un cronista musical
No hay mejor palabra para definir al Jilguero del Huascarán que la de cronista. Sus canciones encierran todas las facetas de la vida de los pueblos del Ande. Su canto ensalza la alegría, expresa el dolor, llora el amor perdido o la soledad del desamor, canta a los seres queridos, a la amada, a la madre o a los hijos, loa la naturaleza exaltando la majestuosidad de las montañas y los ríos o la injuria cuando lamenta los desastres naturales que azotan los pagos remotos. Como todo buen cronista, El Jilguero también ha recogido el sufrimiento de su pueblo. Así, muchas de sus canciones están dedicadas a denunciar el maltrato y la injusticia que padece el hombre común de los Andes. Pero su canto no se conforma con ser denuncia, sino que, más allá de ello, se esfuerza por abrir nuevos caminos hacia un mundo nuevo. El canto del Jilguero es también un canto al futuro. Fuente: Dominical La Republica |
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domingo, 2 de noviembre de 2008
Ernesto Sánchez Fajardo
‘El Jilguero del Huascarán’
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