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sábado, 4 de octubre de 2008

Carlos Fermín Fitzcarrald

 Explorador y cauchero

(1862 – 1897) 

 Nació en San Luis de Huari (Ancash) el 6 de julio de 1862. Hijo del marino norteamericano William Fitzgerald y de Esmeralda López. Estudió en el colegio nacional de Huaraz y en el Liceo Peruano de Lima. Se dedicó luego al comercio en Huánuco y Cerro de Pasco; justamente en 1878, al regresar a Huari de uno de sus viajes de negocios, fue apuñalado en el estómago por Benigno Izaguirre, un co­nocido bandolero de la zona, saliendo con vida del in­cidente. 

Al morir su padre, enrumbó hacia el oriente peruano con el fin de probar fortuna. Por esa época es­talló la guerra con Chile y Carlos Fermín fue acusado de espía por carecer de documentos y tener mapas de los ríos orientales. Sometido a consejo de guerra fue condenado a muerte, pero afortunadamente su confe­sor lo reconoció y prestó juramento garantizando su conducta. Cambió entonces de nombre y pasó a Loreto, donde se ocultó por casi diez años. 

En 1888 reapa­reció en Iquitos como acomodado cauchero, forman­do en el Mishagua, a orillas del Ucayali, una próspera colonia. Conoció a Aurora Cardoso -hija de un comer­ciante brasileño al que luego se asociaría para la explotación del caucho- con quien se casó y tuvo cuatro hi­jos a los que envió a estudiar a Francia. 

Entre 1890 y 1893 inicia una vasta exploración por los ríos Tambo. Apurímac, Urubamba, Manu y Madre de Dios, descubriendo en 1894 el istmo que hoy lleva su nombre. Para el historiador Basadre: "Al caminar en 50 minutos entre la hoya fluvial del Ucayali y la del Madre de Dios, Fitzcarrald determinó de hecho la aproximación del Cuzco hacia toda la zona del Madre de Dios, de enorme importancia desde el punto de vis­ta no sólo comercial sino estratégico. Así quedó reafir­mada la vinculación entre todo ese extenso territorio y el' Perú". 

Retornó a Iquitos y compró la lancha "Contamana", con la cual surcó la selva en todas direcciones, sembrando por doquier caucho y plátanos. "El oro blanco (el caucho) se acabará. Hay que dedicarse a la agricultura y a la ganadería", repetía sin cesar. No sólo descubrió nuevos territorios sino que afirmó en ellos la soberanía peruana, expulsando a punta de ba­las a caucheros brasileños que pretendían ingresar a Purús y al Acre. Rechazó igualmente propuestas sepa­ratistas que lo inducían a crear una    "República del Acre" y tomar el mando de ella, amenazando con fusi­lar a quienes intentaran llevar a cabo dicha propuesta. Dado que contaba con un ejército propio de diez mil hombres, su palabra fue respetada. 

La razón social Suares-Fitzcarrald que formó obtuvo en 1896 la auto­rización del ministerio de Guerra para la exclusividad de la navegación en los ríos Alto Ucayali y Madre de Dios. El "oro blanco" estaba en su auge y Fitzcarrald planeaba organizar núcleos de colonización europea, adquirir lanchas a vapor para facilitar la comunicación y la exportación de los productos de la selva. Todo ello quedo truncado el 9 de julio de 1897 al naufragar su embarcación en el remolino Shepa del río Urubamba. Llevaba los rieles para sentar las bases de un ferrocarril que atravesaría el istmo de su nombre y se afirma que quiso salvar a su socio Antonio Vaca Diez, muriendo en el intento.

1 comentario:

MANUEL JESUS LOPEZ GRANADOS dijo...

Remontando el Ucayali en una lancha fluvial. Después de haber cursado el caudaloso rió Huallaga, hasta su confluencia con el Marañon, padre de nuestro gran rió Amazonas, que es el cordón umbilical de la América del Sur; escucho la historia de un hombre legendario, Carlos Fermín Fitzcarrald López, el cauchero, era enhiesto, cuadrado de hombros, barbado, poblada las cejas, de erguida frente y mirada límpida y audaz, osado y fuerte, impulsivo y hábil, bondadoso y cruel, de cortas palabras, de acción y de hechos.

Que lo motivo ir hacia la selva, desde San Luis de Huari, su pueblito minero Ancashino, bajo el rutilante Huascaran, pero hasta esta floresta llego y en los pocos años vividos que acabaron pronto, fue como el paso de un cometa, luz y fuego, tenia como ideal el vivir intensamente y morir joven con los zapatos puestos; escucho a muchos decir, que puede hacer un hombre solo, y la respuesta es, mucho, uno solo recuerda a los demás que deben de serlo, los hace tener fe, luchar, ser dignos del alto titulo de ser varón.

Empezó de simple cauchero, pero su mente poderosa y su gran sentido de la organización, aunado a una gran personalidad, impusieron acción, se trajo desde Moyabamba a centenares de jóvenes, y se hizo con el misterio de su fuerza interior, de miles de nativos, que lo seguían en los mas duros trances, abriendo trocha, y los mas extraño es que a los naturales los hizo trabajar, comprenden el milagro, nadie se explica, ni aun sus amigos, que mágico poder ejercía, para hacerse obedecer, querer y respetar, pero los nativos lo siguieron en masa, descubrió el istmo que lleva su nombre, y con ellos y sus hombres jaloneo la ruta de haciendas, barracas y tambos, desde Iquitos hasta Madre de Dios, y a través de estos miles de kilómetros ascendía la civilización y la Peruanidad, sostuvo luchas implacables con la naturaleza y con algunas tribus feroces e irreductibles, que le devolvían sus regalos atadas a las puntas de las flechas envenenadas, y les impuso a veces castigos escalofriantes, ejecutándolos en lotes por decenas a tiros de Winchester.

Y un día de infortunio para la patria naufrago en el Urubamba, su muerte es digna de su vida, extraordinario nadador, pudo haberse salvado fácilmente, pero este hombre lo era por todos los lados y como tal era leal, nado furiosamente en el intento de salvar a su socio y amigo, cuando hallaron su cadáver, sus brazos de acero lo tenían aun dos días después, lo apretó tanto que ni siquiera la muerte pudo hacer que lo soltara.

Cundió en toda la selva el grito, repetido como un eco por miles de voces, Fitzcarrald a muerto, y entonces los nativos llenos de dolor, empezaron a destruir, arrasaron las haciendas, los tambos, que jalonaban el mañana, con estos actos destacaron aun mas la grandeza de la persona, probaron que solo a el temían y amaban, a solo un hombre, Fitzcarrald, Peruano impar, de simple cauchero, se convirtió en el gonfalonero de la civilización, fue un hombre extraño, poseedor de admirables virtudes y grandes defectos, en su mente Vivian imágenes que lo impelían a la acción, tanto era ingeniero como medico, explorador y geógrafo, sabio y artista, hombre de empresa y aventurero, matarife y humanitario, demonio y santo, religioso y ateo, pero Peruano siempre, símbolo suyo, muy bien podrían ser dos Ángeles, el ángel exterminador, y el ángel de la anunciación, así era Carlos Fermín fitzcarrald López, el cauchero.