Educadora y novelista. Nació el 12 de agosto de 1836 en la hacienda “San José de las Pampas”. Propiedad de su familia, en la localidad ancashina de Ncpeña. Hija de Jerónimo González, prestigiado profesor y cirujano español, y de Josefa del Real y Salas. Recibió una esmerada educación a cargo de los mejores profesores de la época.
Desde muy joven se orientó a la creación literaria, firmando sus primeros ensayos -con evidente interés por las costumbres sociales y la educación- bajo los seudónimos de "Clara del Risco" y "María de
En su vida conyugal fue relativamente feliz: tuvo dos hijos (Jorge y Emma) y supo armonizar las labores domésticas con las intelectuales, pues siguió escribiendo artículos y narraciones de primera calidad. Pero la desgracia empezó a castigarle a partir de una sublevación de los peones que trabajaban en su hacienda, hecho que motivó su huida a Lima en condiciones sumamente penosas, que precipitaron la muerte de sus dos pequeños vástagos. Algo más tarde, en la guerra del Pacífico, su esposo, el comandante Juan M. Fanning, dirigió maniobras navales a bordo del "Talismán" y se integró después a uno de los batallones de defensa de Lima, hasta morir frente al invasor chileno en la batalla de Miraflores el 15 de enero de 1881. El espíritu de Teresa se vio una vez más puesto a prueba ante la adversidad. Dando muestras de gran patriotismo, fomentó una erogación llamada "ofrenda patriótica de los vecinos de Lima", por la que se recaudó 9,600 soles. Como premio a su iniciativa y labor realizada, el comité patriótico del valle de Chicama la premió con una medalla de oro.
La señora viuda de Fanning, rompiendo las trabas de la sociedad conservadora del novecientos, decidió fundar un colegio para señoritas en su casa de la calle Faltriquera del Diablo, labor que realizó con el auxilio de sus hermanas Enriqueta y Elena. Dicho colegio llegó a ser el primero en su tiempo, no sólo por los métodos de enseñanza, sino por la primacía que se le dio a la educación sobre la instrucción. Se adelantó por cierto a su época, comprendiendo que la hora en que la mujer debía prepararse para la vida había llegado. Alistó a la mujer cívicamente, a través de su colegio y de sus escritos, para el bienestar social. En el plantel que regentaba Teresa González se enseñaban materias tales como matemáticas, gramática, geografía, economía doméstica, historia del Perú y religión, para cuya instrucción se seguían los libros escritos por ella misma. Abogó intensamente por la enseñanza técnica, poniendo en práctica sus ideas de que la educación moral, la intelectual y la física debían complementarse. Al mismo tiempo, prosiguió exitosamente con las tareas literarias, y se mantuvo al frente del colegio Fanning hasta que los achaques de la edad le aconsejaron dejar la dirección, en 1901.
En la segunda mitad de la década iniciada en 1870 participó en las veladas literarias de Juana Manuela Gorriti. y fue socia del Club Literario y del sucedáneo Ateneo de Lima. Una colección de artículos suyos aparecidos en el diario £/ Comercio de Lima fueron recopilados en un libro titulado Educación femenina (1898), obra en la cual critica la crianza de la mujer para el matrimonio y alaba el trabajo como fuente de ingresos y de liberación. Teresa González de Fanning intervino en una polémica entre Elvira García y García y la señora Lastenia Larriva de Liona sobre las virtudes de los colegios laicos y religiosos. Nuestra biografiada realizó una defensa de los planteles laicos, afirmando que su educación era más completa y más efectiva y se orientaba mejor al ideal de igualdad de conocimientos y de preparación entre hombres y mujeres. Fue autora de las siguientes novelas: Ambición v abnegación (1886); Regina (1886), obra de estilo castizo y depurado que mereció ser premiada con una medalla de plata por el Ateneo de Lima; Lucecitas (1893), prologada por Emilia Pardo Bazán; indómita (1904); y Roque Moreno (1904). Colaboró con artículos de opinión en los periódicos El Comercio, El Correo del Perú, El Perú Ilustrado,
Nació el distinguido marino en Lambayeque el 3 de abril de 1824. Fue hijo del señor Juan Fanning, acaudalado comerciante norteamericano y de la señora Micaela García. Huérfano desde muy corta edad, impulsando por su vocación a la carrera de marino el joven Fanning se embarcó en un buque mercante, Luego hizo sus estudios profesionales en la Escuela Militar y Naval del Callao, bajo la dirección del prestigioso marino, Contralmirante don Eduardo Carrasco. En 1843 se crearon dos Escuelas: La Central, en Lima y su filial en Paita. El objeto primordial era “crear pilotos facultativos que puedan dirigir con inteligencia y acierto la navegación de la Marina Mercante”. El 14 de junio de 1844 recibe su Despacho de Guardia Marina, inicio promisoria de su carrera se le presentaba promisorio; se le trasladó a la Corbeta de Guerra “Limeña”. Ingresó a continuación al Ejército con la clase de Sub-Teniente de Infantería. Volvió a la Armada con la clase de Alférez de Fragata. El 28 de agosto de 1845, se embarcó en el Bergantín “Almirante Guise” solicitando su baja temporal el 20 de diciembre de 1846, por enfermedad. El 11 de enero de 1847 se le nombra Ayudante de la Mayoría de Órdenes, desempeñando esta colocación hasta el 20 de marzo del mismo año, fecha en la que se embarcó en el Bergantín de Guerra “General Gamarra”. Durante la administración del Gobierno del General don Ramón Castilla en 1845, formó parte de la primera comisión de marinos peruanos exploradora del río Amazonas y sus afluentes en dos pequeños vapores, el “Tirado” y el “Huallaga”. Por Resolución Suprema del 2 de agosto de 1850 fue nombrado Capitán de Puerto de Chala. El 3 de diciembre de 1851 asciende a Teniente Segundo efectivo. El 29 de enero de 1852 fue nombrado Capitán de Puerto de Iquique y el 18 de abril del mismo año, se le nombró Ayudante de la Mayoría del Departamento. El 8 de agosto de 1853 obtuvo su ascenso a Teniente Primero y efectivo. Se hallaba sirviendo como Segundo Comandante del Bergatín de Guerra “General Gamarra” y, como consecuencia de la Batalla de la Palma, realizada el 5 de enero de 1855, por la revolución triunfadora encabezada por el General don Ramón Castilla contra el Gobierno del General don Rufino Echenique, se le dio de baja hasta el mes de febrero de 1860, año que regresó al servicio en su misma categoría y se le destinó como Capitán de Puerto de Cerro Azul. En 1863 fue ascendido a la clase de Capitán de Fragata. Contagiado por el movimiento nacionalista de rechazo al Tratado Vivanco-Pareja, firmado el 5 de febrero de 1865 a bordo del buque de guerra español “Villa de Madrid, el Capitán de Fragata Fanning tomó parte activa en la Revolución Restauradora que acaudillara el Prefecto de Arequipa, Coronel don Mariano Ignacio Prado, el 28 de febrero del mismo año, contra el gobierno del General don Juan Antonio Pezet. Por la intensa campaña que se hizo de repudio al mencionado Tratado, en Arica se sublevó la tripulación de la fragata “Amazonas” que bloqueaba el Puerto; rebelión que por desgracia, se hizo mortífera, porque fueron victimados distinguidos Jefes y Oficiales de la Armada. Al tener conocimiento de la rebelión en el “Amazonas” Fanning de inmediato tomó una embarcación y se dirigió a la fragata insurrecta mientras duraba la sangrienta lucha y consiguió por su acción y por su palabra dominar a la tripulación salvando de este modo la vida a los Oficiales que aún resistían la violencia. Fanning fue nombrado entonces Comandante del “Amazonas”, ya al servicio del gobierno de la Restauración. En el Puerto de Arica se apoderó de inmediato del transporte “Lerzundi” y se dirigió a Islay, donde también capturó al buque de guerra “Tumbes”, y después a Pisco, donde logró apresar a la Corbeta “América”, unidades de la Escuadra en las que germinaba la subversión. La actividad y el coraje de Fanning habían proporcionado una Escuadra muy valiosa y necesaria a la Revolución Restauradora. El 24 de julio de 1865, Fanning ascendió a la clase de Capitán de Navío Graduado. Declarada la Guerra con España, el prestigioso marino ejerció el cargo de Mayor de Ordenes de la Escuadra aliada. El 9 de abril de 1879, cuatro días después de iniciadas las hostilidades contra el Perú por la República de Chile, se embarcó con destino a Arica, como jefe de Estado Mayor en las Fuerzas. Desempeñó aquel cargo hasta el mes de setiembre de 1879, en cuyo mes se le otorgó licencia para atender al restablecimiento de su salud. El 31 de diciembre del mismo año, mereció el nombramiento de Jefe de la Batería “Santa Rosa” en el Callao, y el 20 enero de 1880, le fue encomendada por el Jefe Supremo de la Nación, don Nicolás de Piérola, la organización y luego el mando del Batallón “Guarnición de Marina”, formado por los bizarros chalacos que anteriormente habían proporcionado las guarniciones a nuestras lanchas durante el bloqueo del Callao, y que habían participado en aquellos repetidos combates nocturnos con las lanchas chilenas desprendidas de la Escuadra bloqueadora, adquiriendo esa confianza en medio del peligro que caracteriza a las aguerridas tropas. Después del desastre de la Batalla de San Juan, el 15 de enero de 1881, por orden superior los batallones chalacos de reserva “Guarnición de Marina” “Guardia Chalaca” y la Columna de “Celadores del Callao”, se pusieron en Avelino Cáceres, que ocupaba el frente comprendido entre los Reductores número “uno” y número “dos”, que se extendía del mar a la Quebrada de Armendáriz, y que venía a ser el ala derecha de la última línea de defensa de la capital. Al romperse los fuegos en Miraflores el 5 de enero de 1881, fracasada la tregua negociada por los Diplomáticos extranjeros interesados en evitar que se repitiera en Lima la masacre de sus connacionales como ocurriera con Chorrillo, donde fue quemada y saqueada la población, el General Baquedano y sus acompañantes partieron al galope de Miraflores a Barranco, y ya en este lugar el Jefe Chileno de hecho precipitó los acontecimientos, ordenando el ataque por la infantería. Los primeros elementos de la División Lagos se pusieron en marcha hacia el frente peruano que defendía la División Cáceres, que inmovilizó al invasor con sus disparos. El Coronel Cáceres, con el espíritu ofensivo que distinguió su vida incomparable de soldado durante la guerra con Chile, y que es con el que se ganan las batallas, decide lanzarse afuera de sus cubiertas en la primera oportunidad que se le presentase y que no tardó en llegar ante una nueva progresión de la infantería enemiga. En efecto, había en el frente chileno, precisamente delante de los Reductos “uno” y “dos”, un claro que debía ocupar el Regimiento “Aconcagua” que se aproximaba a la lucha. Estaba estabilizada la situación; pero, Lagos, desesperado por su inactividad, ordenó nuevamente a sus subalternos que emprendieran la ofensiva. Este fue el instante cumbre de Miraflores. Cáceres esperaba este contraataque para introducir como una cuña a los chalacos en el claro que debía ocupar el regimiento “Aconcagua”. Había llegado la hora, los chilenos inician su progresión y Cáceres dio la orden que tenía prevista. El hecho culminante de esta batalla de Miraflores fue reiterada pujanza y tenacidad del Batallón “Guarnición de Marina”, que comandaba Fanning. Tenía confianza en que sus Oficiales, clases, soldados lo seguirían, y no se equivocó. En el instante de la prueba, pocos minutos después de las 3 de la tarde, el veterano Fanning montó caballo y apoyándose en los estribos para ser visto por todos sus soldados que estaban con la bayoneta calada, agitando en la diestra su espada para cumplir lo dispuesto por Cáceres. Igual actitud tomaron el Batallón “Guardia Chalaca” y la Columna “Celadores del Callao”. Estas tropas salieron a introducirse en el claro que los esperaba; vencieron los atrincheramientos, saltaron los obstáculos que los separaban de los chilenos, furiosos e incontenibles se lanzaron contra el enemigo. El ímpetu de la acometida fue resistido por el Batallón “Navales”, sólo con sacrificios indecibles y al fin, oprimidos, retrocedió junto con el “Aconcagua”. Los oficiales recordaban a las tropas sus deberes y su honor, pero los soldados se retiraban o se ocultaban tras de las tapias y en vano era que se les ordenase reunirse para atacar, porque no obedecían”. Mientras tanto, la retirada ordenada de los chilenos se convertía en precipitada fuga. Este brillante éxito que prolongara la actitud y el arrojo tuvo que detenerse. El Coronel Cáceres, a pesar de ir profundizando con éxito la brecha se iba cerrando poco a poco, en vista de que carecía de refuerzos para continuar alimentando el fuego, se ve precisado a detenerse. Entre tanto, mientras las filas chilenas aumentaban su espesor con la llegada de refuerzos de los Regimientos “Valparaíso”, “Caupolicán”, “Santiago” y otros, las filas peruanas clareaban sin cesar, sin recibir ni un solo esfuerzo. Fanning gritaba con voz enronquecida: “Guarnición de Marina” … ¡Adelante! “Guarnición de Marina” … ¡¡Adelante!! tres veces cargó la bayoneta a la cabeza de sus bravos muchachos, donde se enteró, con tenacidad digna de mejor suerte, pero ya sin resultados favorables. Un destacamento al mando del Comandante Chamorro fue enviado a traer municiones; pero el destino o la falta de previsión que nunca pudo ser más lamentada, presentó su negro semblante a los heroicos combatientes peruanos. ¡Las municiones no correspondían al calibre de los fusiles en uso y no entraban en sus recámaras! Era lo peor que podía ocurrir. Así, en estas difíciles circunstancias, pasaban los minutos que parecían horas en espera de apoyo para poder continuar el avance, hasta que, como tenía que suceder al no dar un paso atrás, llegó el trágico momento en que estos aguerridos mozos combatieron cuerpo a cuerpo, con toda el alma; y abrumados por la superioridad numérica se fueron fecundándola con su sangre generosa, allí donde están los reductos actuales en Miraflores y en sus alrededores porque no quisieron volver la espalda al enemigo. Del Batallón “Guarnición de Marina”, compuesto de 600 piezas, perecieron 400 hombres y de los 25 oficiales que formaban el cuadro superior, 22 cayeron también al lado de sus valientes muchachos, quedando solamente tres oficiales con vida. En el fragor del combate Fanning cayó a su vez mortalmente herido por un proyectil que le penetró cerca al corazón. Fue recogido por una ambulancia que lo trasladó casi agónico a su casa en Lima, donde expiró al día siguiente, 16 de enero, a la edad de 57 años, en brazos de su esposa doña Teresa Gonzáles de Fanning. Las últimas y repetidas palabras del Capitán de Navío don Juan Fanning, como si musitara una oración al expirar, fueron: “Muero por la Patria”, y en verdad moría por este Perú, al que le había ofrendado fortuna, honor y vida, para seguir viviendo en la inmortalidad. Sus restos reposan en la Cripta de los Héroes, de la Guerra del Pacífico. Santuario del Patriotismo Peruano, inaugurado el 8 de setiembre de 1908 en el Cementerio Presbítero Maestro. Fuente: Historia NavalCapitán de Navío Juan Fanning García
2 comentarios:
¿Nepeña estás en el departamento de Ancash? Aclareme la duda por favor.
Leonardo Sánchez
conocerciencia@yahoo.es
Qué bravura la de Juan Fanning, cargar contra toda la orda chilindia es digna de los laureles divinos.
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