ALCANZANDO IDEALES
Por Francisco
Mendez Melgarejo
Desde niño, Filomeno
Melgarejo Malpica había mostrado que poseía buenas habilidades para las artes
plásticas, había aprendido a moldear la arcilla y a dibujar con suma facilidad
causando la admiración de sus profesores y amigos del entonces Colegio
Municipal Santa Ines que funcionaba bajo la Dirección del Ing. Nestor Torres.
Corría el año 1917, cuando el maestro Don Francisco Regis Tamayo visitó a los
padres de Filomeno para hablarles sobre el innato talento artístico que poseía
su hijo, aconsejándoles que lo dejaran marchar hacia la Capital de la República
para que pueda aprender de los grandes maestros la técnica y el arte de la
Escultura y la Pintura.
Dos años más tarde,
una madrugada de Diciembre de 1919, Filomeno dejó Yungay, se dirigió -en
compañía de su primo Elías- hacia el oeste por el antiguo camino de herradura
que los llevaría primero a Matacoto, luego ascendieron hasta Chapapunta -lugar
que es una de las partes mas altas del camino en la Cordillera Negra- desde
donde Filomeno contempló largamente su “Yungay Querido” prometiendo: ¡algún
día volveré pero solo habiendo triunfado!. Caminando hacia el oeste se dirigieron
primero hacia Anchin, lugar donde su tío Angel -papá de Elías- tenia abundante
ganado lechero y lanar, allí descansaron un día, se aprovisionaron con varios
moldes de queso y decidieron retornar a la ruta que originalmente habían
planeado recorrer: Bajarían a la costa por la ruta de Punap, que era más corta
y segura, para luego dirigirse al pequeño pueblo de Quillo. Al día
siguiente muy temprano se dirigieron al puerto de Casma, lugar donde el primo
Elías lo embarcó en un “vapor” con destino al puerto del Callao.
Llegado a Lima, buscó
el apoyo del paisano Ignacio Tamariz, quien, debido a su oficio de panadero,
disponia de tiempo en las mañanas para orientar al joven estudiante. Pronto
Filomeno descubrió que en el Perú los artistas se formaban en la Escuela de
Bellas Artes, es así que buscó acercarse a profesores y estudiantes,
empleándose como auxiliar en el taller del laureado escultor Artemio Ocaña
Bejarano, el que le dió la oportunidad de practicar y mejorar sus elementales
conocimientos de modelación en arcilla y mármol.
En los años 20, el
Perú era gobernado por el Dr. Augusto B. Leguia, de quien Filomeno decia era
buen Presidente, a tal punto que le hizo un busto en arcilla casi perfecto por
lo que el artista-empleador le dijo en son broma ¿ Porque no se lo
obsequias al Presidente?. Filomeno cogió el guante y durante semanas buscó la
forma de acercase al Presidente, pero tal acercamiento era casi imposible para
un desconocido como el, en realidad, en Lima, nadie lo tomaba en cuenta para
darle una cita.
Hasta que un día se
enteró por los periodicos que su “ídolo” volvería esa tarde de una gira por el
sur de Lima y que pasaría caminando desde la plaza San Martín al Palacio de
Gobierno. Filomeno pensó que ésta era la oportunidad para entregar el obsequio.
Enseguida empaquetó el busto del Presidente, encaminándose luego al Jirón
de la Unión llegando hasta la puerta de la Iglesia de la Merced, lugar donde se
puso a esperar pacientemente el paso del Sr. Presidente para entregarle el
regalo.
De pronto apareció el Dr. Leguia acompañado de tres ministros, altos
funcionarios del régimen y su guardia de seguridad; y cuando estaba a menos de
tres metros de distancia, Filomeno salió al encuentro del Presidente con su
bulto por lo que fue inmediatamente detenido por la guardia de seguridad, tal
vez porque pensaban que llevaba un artefacto explosivo u otra arma. Pero a los
gritos de Filomeno: ¡ traigo un regalo para el Sr. Presidente!!, ¡ traigo
un regalo para el Sr. Presidente!!, este se volvió hacia el y ordenó que
lo soltaran y que mostrara que contenía el paquete, siendo grande su sorpresa
al comprobar que el joven le obsequiaba un hermoso busto que lo retrataba con
mucha aproximación a pesar de que el nunca lo había visto en persona.
El
Presidente, agradeció el gesto y le pregunto si era estudiante de la Escuela de
“Bellas Artes”, a lo que Filomeno le contestó: ¡No, Sr. Presidente, pero
me gustaría estudiar allí!, ante esta respuesta el Presidente ordenó a uno de
sus Ministros que lo ayudaran porque era “un joven prometedor al que había que
dar una oportunidad”.
Filomeno permaneció en
la Escuela de Bellas Artes entre el año 1921 y el año 1,925, donde aprendió la
teoría y la práctica de las artes plásticas.
Ya como profesional,
mostró sus cualidades artísticas en muchos talleres del Perú y del Extranjero,
diseñando y ejecutando sus obras en las que se enfrascaba por meses y aveces
por años, mejorando cada día su técnica. Tal vez, debido a la temprana muerte
de sus padres fue difiriendo año en año su retorno a la tierra que lo vio
nacer, dando como pretexto que siempre “estaba muy ocupado”.
Pero un día, a fines
del año 1964, por iniciativa del Bibliotecario Eduardo “Godoy” Vergara Alva-
quien había seguido sus pasos-, los funcionarios de la Beneficencia de Yungay,
profesores Raúl Olivera y Luciano Vergara lo buscaron en compañía de paisanos
en Lima y le hablaron de dejar un recuerdo para Yungay. Filomeno estaba
entusiasmado seria motivo para regresar después de 45 años de ausencia,
conversaron sobre muchas ideas, sin embargo el quería saber cual era el anhelo
más grande del pueblo, a lo que Profesor Olivera le contestó: ¡concluir la
edificación del cementerio de la ciudad!, entonces Filomeno solicitó le
proporcione una copia de los planos del cementerio elaborados en el año 1,890
por el arquitecto Suizo Arnoldo Ruska. Después de estudiarlos, propuso hacer
una modificación del plano en la cima del cementerio: En vez de construir la
proyectada capilla de cuatro altares, dió forma a la sugerencia de Eduardo
Vergara, desarrollando el diseño artistico de la escultura del Cristo Redentor
con las manos extendidas con frente al Huascarán, que tendría 10 metros de
altura, desde su base, de tal forma que pueda vérsele a gran distancia desde de
los cuatro puntos cardinales.
El Concejo Provincial,
recibió los nuevos planos de la cima del cementerio y el presupuesto de los
materiales de construcción que ascendían a 90 mil 706 soles. Filomeno,
manifestó que el trabajo demandaría 6 meses de labor, pero que el no pensaba
cobrar ni un centavo por su obra. La propuesta se aprobó y en mayo del año 1965
se iniciaron las obras, aprovechando el término de la temporada de lluvias.
Durante su permanencia
en Yungay, Filomeno buscó a su familia y a sus amigos, pero daba la impresión
que se los había tragado la tierra, parecería que 45 años de ausencia habían
sido demasiados. Fué a la casa familiar del tío Angel, en la cuarta cuadra del
Jr. Miguel Grau esta permanecia cerrada, fue a las chacras de Utcush
encontrando solo a personas que daban informaciones imprecisas. Pasados ya
varios meses, conversando con el Sr. Cesar Gómez- quien tambien vivia en la
cuarta cuadra del Jr. Grau- éste le informó que muy cerca en el Jr. 9 de
Diciembre, a 20 mts. del Municipio, vivía una descendiente familiar, hija de
Jacinto Melgarejo (hermano mayor de Elías), a quien conocía como Valeriana
“Wallicha” Melgarejo, inmediatamente Filomeno fue a ver a su desconocida
sobrina, a quien interrogó largamente sobre la familia, a lo que ella informó
que lamentablemente los miembros de la familia a quienes buscaba habían ya
fallecido o emigrado, que su tio Elías aun vivía pero que para hacerse chequeos
médicos, hacia seis meses que se había mudado a Chimbote, lugar donde ya
radicaban sus hijos Pedro y Paulino, pero que ese fin de semana llegaría a
Yungay.
El encuentro de los
dos primos fue muy emotivo, abrazados lloraron por la alegría de verse después
de tantos años. Lo primero que le dijo Elías fue :¡Doy gracias a Dios de
volverte a ver, y que el te haya guiado para cumplir tu promesa de triunfar!,
Filomeno le dijo que nunca se olvidó de la familia pero la temprana muerte de
sus padres lo desapegó, pero dijo ¡ Ahora estoy aquí, para dejar un
recuerdo imperecedero para nuestro pueblo: EL CRISTO DE YUNGAY!.La obra fué
inaugurada el 16 de enero de 1,966, con la presencia de toda la comunidad
Yungaina y del Callejón Huaylas, entregándose a Filomeno un Diploma de
agradecimiento así como un simbólico premio pecuniario que le permitiera cubrir
en parte el sueldo de su asistente.
1 comentario:
Buscando más información acerca del escultor Filomeno Melgarejo me encuentro con esta página destinada a resaltar los aportes de peruanos, en este caso de ancashinos, a la cultura peruana; empresa de largo y trabajoso aliento dada la dispar importancia que se le otorga a este objetivo en nuestro querido país, y que constituye el verdadero recorrido de la maduración de una identidad nacional imprescindible, valiosa y verdadera.
Digo dispar importancia por la lamentable tendencia a polarizar las miradas donde, por un lado se desconoce el valor de lo autóctono y se destaca la trascendencia de lo foráneo, y por otro se encomia lo autóctono a niveles idílicos y distorsionantes.
Esta situación evidencia precisamente que aún no hemos alcanzado una identidad suficientemente unificada y serena, quedando la misma relegada a expresiones circunstanciales como coyunturas políticas e incluso deportivas, y olvidando que la identidad se nutre de la convergencia de múltiples vertientes, es decir de un lento e inexorable mestizaje, que en nuestro caso está constituida mayoritariamente por las culturas precolombinas e hispánica, al margen de las opiniones de valor que puedan hacerse a unas y otra.
Pero volviendo a don Filomeno, tuve ocasión de saber de él a raíz de haberme encontrado con un ejemplar de la Memoria leída por el Director de la Escuela Nacional de Artes y Oficios (hoy Instituto Tecnológico Superior José Pardo), con motivo de la clausura del año de académico de 1928.
En ella, al hacer una presentación de la situación de la misma a lo largo de ese período hace referencia, entre otros Departamentos, al de Escultura y Ornamentación Artística, del cual en uno de sus pasajes dice lo siguiente, y paso a transcribir textualmente:
"Los trabajos que ejecutan los alumnos resultan a veces de verdadero mérito. Me complazco en señalar de un modo preferente el hermoso grupo intitulado, 'Abuelo y nieto', obra del aprovechado alumno de tercer año, Filomeno Melgarejo. La actitud y naturalidad de las figuras revelan sus disposiciones artísticas, heredadas indudablemente de la raza progenitora; presenta la misma reproducción fiel del natural y la misma delicadeza de líneas. Es indudable que el joven a que me refiero constituye por su inspiración, técnica y notable afición a su arte, una verdadera esperanza nacional."
Vayan estas líneas a los cultores de la memoria de peruanos que dedicaron su vida al desarrollo del país a través de su quehacer cotidiano, muchas veces anónimo o insuficientemente reconocido, y sobre todo a su familia para que tengan uno más de los escasos reconocimientos de los que fue objeto su ilustre antepasado.
Finalmente, y como podrá apreciarse, hay algunas discrepancias entre la versión que aparece en el artículo de esta página y la transcripción que presento, concretamente respecto de la escuela en la cual se formó don Filomeno. Es común confundir la Escuela de Bellas Artes fundada en 1918 por el presidente José Pardo en su segundo período y la de Artes y Oficios, refundada en 1905 por el mismo presidente José Pardo en su primer período. Es en la Escuela de Artes y Oficios, y no en la de Bellas Artes, donde se formó don Filomeno, y es ahí donde, desde antes de la década de 1920, y por lo menos a lo largo de ella, eran profesores los laureados escultores Artemio Ocaña y Luis Agurto.
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