"//pagead2.googlesyndication.com/pagead/js/adsbygoogle.js">

BUSCADOR TEMÁTICO o AVISOS CLASIFICADOS.

Búsqueda personalizada

domingo, 19 de julio de 2009

Julia Tello Olivera

por Julio Olivera

Era La joya de oro y de rubi del pincel, la alondra auroreal de los jardines de Yungay. Dama exquisita y bella, el númen del ensueño y la fantasia más pulcra que un verso....Sensitiva, mística y soñadora.

La pasión lo bello y la delectación de a pintura,nadie como ella con su fantasía arrobadora exaltaba el paisaje yungaino con su creación artistica logrando estampas geniales.

Teófilo del Castillo, aquél pintor Carhauasino y Max León, fueron como: Félix Chavez, maestros, donde Julia Tello captó su escuela y su pincel trazó espacios luminosos, fondos sonoros de perspectivas indefinibles y claroscuros hechizantes.

Un presentimiento de desolación influia en el tono de sus óleos, de alli talvez su afición a los tintes violeta, por el azul rosa o naranja que traducian la nostalgia del paisaje o la tribulación del dolor. Aquél pensamiento de fatalidad la llevó a crear un lienzo “La Casa del Oso”, donde las aguas de la corriente tienen el murmullo del llanto. Pintó “La Fé”, donde una cruz de piedra emerge del mar convulsionado y de entre los rostros de una lancha destrozada, se levanta la figura de una naufraga. “La Oración” donde una aldeana de rodillas reza en tanto que la hecatombe bélica hace estragos en su derredor. Pintó un nítido “Huascarán” en momentos que el desmoronamiento del nevado levantara un polvo caleidoscópico.

Su pintura era la pintura del presentimiento, de aquellas aguas trágicas y convulsas que arrazaron con Yungay, mientras los sobrevivientes oraban contritos y el Cristo Redentor del Cementerio se ergia exhortando la fe y la esperanza.

Julia, pues fué asediada por aquél torvo y mordaz alúd del 31 de Mayo de 1970, pero no logró empañar ni la gloria ni la belleza de tan lúcida y singular mujer. Se perdió en la donosura de julia Tello un tesoro inestimable. El arte fué luxado y su recuerdo son la plegarias que avivan la esperanza de que en el cielo seguirá pintando estampas, para el orgullo de los suyos y para rabia del alúd.

Aquella sensitiva paleta que trazara lineas argentadas en los arreboles áureos, pintara ángeles y querubines con tintes de flores yungainas.. Nacida un 23 de Agosto de 1937, hija de Doña Julia Olivera Arias y de Don Antonio Tello, casada con David Olivera Angeles, con 5 hijos, que también se inmolaron con ella. Cursó estudios en el Colegio Santa Inés de Sales y terminó en Lima en la Escuela de Bellas Artes.

Al candor de sus lienzos le venia el pudor de su alma, es decir de aquella flor de santidad que cultivan las ninfas para cautivar a los ángeles. Una impresión de irrealidad daban a aquellos lienzos una expresión de idealidad y de ensueño. Y lo que más la hacia inefable era su dulzura virginal que alfombraba su alma como una alborada. Manos liliales, hecha de azahares y de jazmines, manos cristalinas hechas de brillantes, de manos aterciopeladas como de plumón de cisnes, dignas para la pintura y para implorar en las plegarias y providenciales para ofrecer al prójimo.

Asi como cada color esta cargado de una especial emotividad y en cada tono va impostado su emoción espiritual, asi en las pinturas de Julia Tello hay un marabilloso hálito sobrenatural. El pintor y el músico que combinan la gama de los colores y el tono de los arpegios; el escultor y el orfébre que aprehenden el iris y la apoteosis de la linea y los poetas y trovas que laudan la belleza ideal, son los únicos que podrian saber de que elementos le venia a Julia Tello aquella radiante y soberana pasión y de que poder emanaba aquella gracia de sus acuarelas y aquél magnético eflubio. Pero ni aquellos artistas ni ningún otro genio podrian haber sabido lo que los magos y los éngeles en sus cuadros sabian de donde provenia tanta hermosura.

Vivia floreciente con los sentidos atentos a la armonia de la belleza y con el alma absorta en la admiración celestial. Vivia enamorada, es decir vivia de la pintura del verso, de la melodia de la música y de la escencia de su pincel, embriagada de inocencia y bondad que la hacian seráfica y divina. En que lontananzas se posaron sus ojos para engarzar la luz de sus pinturas y la poesia de los crepúsculos?. De qué fuentes de armonia y linea captó aquella marabilla de bondad y pureza que normó su vida ejemplar? Que hacen que sus recuerdos séan etéreos.

viernes, 3 de julio de 2009

Manuel Vicente Osorio Ríos

Don Manuel Vicente nació el 5 de abril de 1907 en la bella ciudad de Huaraz, capital del departamento de Ancash

Prensa Ancashina a través de su corresponsal en la ciudad de Mesa Arizona, Jesús Valdivia Cadenas, logró conversar con don Vicente y aquí esbozamos algunos datos de su vida.

Don Manuel Vicente nació el 5 de abril de 1907 en la bella ciudad de Huaraz, capital del departamento de Ancash. Sus padres fueron don Juan Osorio y doña Isabel Ríos Godenzi. Sus primeros años y parte de su adolescencia discurrieron en esta apacible ciudad, dedicados a la agricultura y a la ganadería, actividades que todo provinciano no soslaya realizar.

“A mí me gusta formar amistades fácilmente, pero sin descuidar las obligaciones de casa, como por ejemplo cuando trabajé para un tío, en la reparación o restauración de imágenes de las iglesias, tenía 14 años por entonces”. Nos comenta don Vicente.

Ya joven se fue a trabajar en la entonces hacienda de Urcón, la más grande de Ancash, porque comprendía las provincias de Huaylas, Corongo, Sihuas y Pallasca, cuyos propietarios fueron los miembros de la familia Oliveri. Posteriormente viajó a la costa a seguir laborando, en esta oportunidad en la hacienda azucarera de Paramonga y llegó allí escapando de Urcón porque había despertado el interés de más de dos damas, cuyos padres pretendían hacerlo casar, pues para no ser ubicado por los gendarmes –policías entonces- tuvo que cambiarse de nombre por el de Vicente Ferrer, ya no Manuel, como debe ser.

También trabajó en la hacienda San Nicolás y de pronto no pudo escabullirse de la policía y cayó en la leva para prestar su servicio militar obligatorio, donde permaneció 3 años y allí aprendió a leer y a escribir. Por su buena conducta, su estructura adecuada y su carácter asequible el general Noriega lo designó como su furriel o persona de confianza, fue en la época del señor Leguía, Presidente del Perú.

Al dejar los cuarteles, laboró como chofer de un camión Diamond 350 de la familia Checa y prestaba servicio de Lima-Chimbote – Trujillo-Lima. Años después trabajó en Transportes Rubiños del caracino Manuel Rubiños, trasladándose luego a la ciudad de Caraz donde conoció a la bella dama Vitalia Cruz Toro Mota, de quien se enamoró profundamente hasta contraer matrimonio y con quien tuvo dos hijos: Raúl Alberto y Carmen.

Ya casado, hubo mayores obligaciones y con bastante sacrificio logró adquirir su propia movilidad, un camión Ford 600 que lo puso al servicio de carga Lima-Huaraz-Caraz y viceversa. La pareja Osorio Toro se esmeró hasta contar con 6 camiones y cuando todo iba bien, la naturaleza desató su furia el 31 de mayo de 1970, se produjo el terremoto afectando enormemente a pueblos y suspendiendo el servicio carretero por mucho tiempo, por lo que quebró la empresa frente a obligaciones económicas con entidades financieras.

Pero como buena inversión siempre es la educación, don Vicente había educado a sus hijos Raúl médico y Carmen profesora de Lengua y Literatura, decidió viajar a los Estados Unidos, al Estado de Arizona, ciudad de Mesa, donde residen desde 1970.

En el plano familiar y con cariño se le llama “Vishico” o “papachente”, siempre viene al Perú acompañando a su hijo Raúl, como cuando en 1987 obsequió al hospital de Caraz, una moderna máquina de anestesia. El 21 de setiembre de 1991 donó su casa de Caraz para que allí funcionara un museo y en esa oportunidad fue homenajeado por la Municipalidad Provincial de Huaylas y por instituciones caracinas como el “Pionero en el Transporte del Callejón de Huaylas”.

Finalmente, “papachente”, es uno de los impulsores del convenio “Caraz-Mesa Sisters Cities”.

En breves líneas hemos querido testimoniar a un hombre que habiendo nacido en cuna humilde, supo superarse y forjar un hogar digno y respetable donde con responsabilidad atendió y educó a sus dos hijos que ahora acompañan allá en el gran país del norte, pero sin olvidar su patria, siempre entonando canciones de antaño con las que solía dar serenata a sus amores, recordando mucho su paso por Paramonga donde selló su personalidad con el duro golpe de la vida.

Papachente cumplirá 100 años en abril del 2007 y la fiesta lo haremos en Caraz como testimonio y reconocimiento a un padre responsable, esposo cariñoso y maravillo suegro, sobre todo, un gran amigo y hermano excelente.

FUENTE: PRENSA ANCASHINA(PAG25)

CIUDADANO DE EU. A LOS 100 AÑOS

Fuente: losdesesperados2.blogspot.com

Public. por Carlos Ventura

Decidió viajar a los Estados Unidos, al Estado de Arizona, ciudad de Mesa, donde residen desde 1970.

PHOENIX - El peruano Manuel Vicente Osorio Ríos, de cien años, cumplió su sueño de convertirse en ciudadano de Estados Unidos durante una ceremonia en Phoenix, en la que participaron más de 90 inmigrantes de diferentes partes del mundo.

Padre de diplomático

Levantando su mano derecha, Osorio Ríos, mejor conocido por su familia como "Papá Chente", juró lealtad a un país que le abrió los brazos en 1982, cuando decidió reunirse con sus hijos que ya vivían en Estados Unidos.

"Mi padre no aprendió hablar español hasta que tenía más o menos 13 años, él hablaba Quechua, el idioma de los Incas", dijo a la Agencia Española de Noticias (Efe) el cónsul de Perú en Arizona, Raúl Osorio, quien acompañó a su padre, que mañana cumple 101 años, durante la ceremonia.

De niño "Papá Chente" se ganaba la vida arreando mulas en la población de Caraz, en Perú.

Cuando tenía 18 años, Osorio Ríos se alistó en el ejército donde aprendió a conducir camiones, una destreza que años después le serviría para establecer un exitoso negocio de transporte.

"Es toda una vida de recuerdos", señaló el orgulloso abuelo de 14 nietos y bisabuelo de otros tantos.

El número 10

El inmigrante, que goza de excelente salud y lucidez mental, dijo estar sumamente contento de haber logrado uno de sus más preciados sueños, el ser ciudadano de Estados Unidos.

"Papa Chente" es el primer inmigrante con más de 100 años de edad en convertirse en ciudadano estadounidense en Arizona, y el décimo en todo el país, de acuerdo con su hijo.

Hace una década trató de tomar el examen de ciudadanía en español pero fracasó en su intento. Esta vez, con la ayuda de sus hijos y nietos, pasó fácilmente el examen contestando correctamente a todas las preguntas que le hicieron.