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domingo, 14 de junio de 2009

Hugo de Censi

Dar es más importante que recibir”. Eso que casi suena a cliché, se convierte en Chacas en una realidad, en una realidad palpable y visible.

Fuente WILLY PUCP, Imagenes: IRIS SILVA

Chacas es un pueblito del departamento de Ancash, de no más de cinco o seis calles. Empinado hasta el extremo. Un pueblo común, uno de los tantos de nuestra serranía, lleno de Sernas y Ames, de casas blancas de balcones de madera, de italianos y calles empedradas. ¿De italianos? ¿Perdón? Sí, no se equivocan, Chacas está lleno de italianos voluntarios, que hacen pasta, helados y que alimentan a los más pobres, todos comandados por un cura llamado Hugo de Censi.

Hugo de Censi nace el 26 de enero de 1924 en Polaggia, Italia. Procede de una familia humilde pero supera las adversidades y es ordenado sacerdote salesiano en 1952.

El padre Hugo es devoto fiel de San Juan Bosco, y como él afirma haber convertido su vida en un peregrinaje por la caridad. Trabaja con los jóvenes y “recluta” a una cantidad de muchachos. Entonces cuando se presenta la posibilidad y urgencia de ir a ayudad en Mato Grosso en Brasil. El padre Hugo no lo duda y envía a sus muchachos a hacer la primera obra de caridad. Así empieza la OMG u Operación Mato Grosso, que luego se extendería por Ecuador, Bolivia y finalmente en el Perú (1975), donde el padre Hugo llegaría a instalarse permanentemente como párroco de Chacas.

Ahí está la razón de los italianos en Chacas, y ahí está la razón por la cual Chacas no es un pueblo tan común como creíamos. Mi experiencia en Chacas contempla varios aspectos, todos ellos parten, debo decirlo, de la obra emprendida por el padre Hugo. Primero, sin duda, está la impresión que deja en el pensamiento y en el corazón el desprendimiento con que decenas de voluntarios italianos y peruanos trabajan haciendo caridad para el pobre. Todos estos voluntarios son atraídos por el gran proyecto Operación Mato Grosso, que tiene como finalidad ayudar al prójimo mediante la acción.

De la forma que sea. Administrando el hospital, la gran Mama Ashu (construído todo en base a donaciones llegadas desde Italia), como el limeño Alejandro quien vive en Chacas junto a su esposa y sus cuatro hijos. O corriendo en la cocina de la parroquia, como Gilda, quien se desvive por hacer que más de cien personas desayunen, almuercen y cenen diariamente.

Los voluntarios se ocupan de los seres más desposeídos, de aquellos que literalmente no tienen nada y también de aquellos a quienes les falta el plato de comida del día. Cuando uno los ve trabajar no hay forma de evitar cuestionar nuestras propias prioridades. “Dar es más importante que recibir”. Eso que casi suena a cliché, se convierte en Chacas en una realidad, en una realidad palpable y visible.

El segundo gran aspecto que promueve la OMG y su cabeza, el padre Hugo, es la generación de empleo. Para ello presentan un sistema singular pero efectivo hasta el momento. Han construido en Chacas y alrededores grandes talleres-escuela, donde los niños y niñas más pobres asisten. Ahí se les enseña carpintería, ebanistería, escultura, pintura y bordado. Además de alimentarlos y protegerlos, el taller-escuela inculca la fe católica y los valores cristianos. Los niños, ya convertidos en hombres salen con un oficio, listos para enfrentarse a la vida.

El padre Lorenzo, seguidor del padre Hugo, nos explicaba: “Los tres requisitos para que un niño ingrese a un taller son, primero la pobreza, luego la bondad y finalmente la habilidad”. Pero ahí no acaba la labor de la parroquia, pues otro de los principales objetivos de la misión es evitar la migración hacia las grandes ciudades. Para ello, cuando los jóvenes salen de los talleres con su oficio a cuestas, pasan a formar parte de la cooperativa (“Don Bosco”), que los organiza para que puedan vender sus trabajos en diferentes partes del mundo.

Todos los trabajadores de la cooperativa ganan un sueldo de entre 700 y 1200 soles. El resto del dinero ganado va a los pobres. La mayoría de ventas se hacen en Italia donde se exponen constantemente los trabajos. También se venden trabajos en el Perú y en Estados Unidos.

Además los cooperativistas realizan constantemente trabajo voluntario para los más pobres. Un cooperativista, Ebert Morales, decía: “Yo tengo la mentalidad de aprender aquí y de otros sitios si necesitan ayuda salir a ayudar, por mi cuenta no quiero trabajar. Así como el padre Hugo nos ha ayudado nos toca ayudarlo a él”.